domingo, 1 de mayo de 2011

MAINE, UNA PESADILLA DE LA QUE NECESITAMOS DESPERTAR (2ª PARTE).

Terminamos la primera parte de este episodio de la historia de España en la bahía de La Habana, el acorazado norteamericano Maine, acababa de ser explotado iniciando una acelerada búsqueda de los posibles culpables. Obviamente, sería una idiotez señalar al ejército español como el culpable de éste atentado, pues se encontraba desarmado y diezmado en la isla y un enfrentamiento bélico resultaría fatal entre ambas naciones. Si tenemos en cuenta que: ninguno de los oficiales del barco recibieron daño alguno durante la explosión pues ocurrió la “coincidencia” de que todos estaban refugiados en el castillo de popa donde “casualmente” no afectó la detonación, el barco era de segunda clase y llevaba bastante tiempo en funcionamiento por lo que podría ser destruido sin causar el menor daño a la marina norteamericana y que aunque no murió ningún oficial (estarían al tanto de la operación pues fueron ellos quienes la dirigieron) si lo hicieron casi 300 soldados que intensificarían el sentimiento anti-hispánico por parte de la sociedad americana que propulsaría una beneficiosa acción del gobierno para la economía estadounidense, la invasión de una de las colonias más ricas de ultramar. Creo que está claro que fueron los propios americanos quienes hicieron estallar su propio navío en el puerto de La Habana para así justificar una acción militar que carecía de legitimidad alguna. Estados Unidos, afirmaba no tener nada que ver con la explosión, aunque algo podría esperarse al haber ordenado meses antes bloquear marítimamente la isla y se había iniciado ya el reclutamiento de voluntarios para la contienda. El gabinete de crisis español entre vino y tras terminar de enterarse de dónde estaban Cuba y los E.E.U.U., decidieron que lo más lógico era declararles la guerra para enfrentar así una marina vieja y careciente de tecnología (española) contra una numerosa y moderna flota (estadounidense). El resultado de ésta surrealista guerra impulsada en parte por la prensa sensacionalista americana (prometo dedicarle más adelante un artículo al papel imprescindible de la prensa en éste conflicto) fue terrible para nuestra nación quien perdió los últimos restos de su Imperio Colonial (Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam) y sobretodo sumergió a la sociedad de nuestro país en una crisis de autoestima e inferioridad de la que aún no se ha recuperado. El panorama internacional quedaba así: España, humillada y profundamente herida se desangraba arrinconada, por primera vez alejada de la mesa del poder internacional, Estados Unidos era el gran ganador de ésta partida y corría victorioso e inflamado por el espíritu patriótico hacia el Imperialismo Colonial y Cuba, bueno, aunque su independencia acababa de ser proclamada, se libraba del yugo español pero se colocaba, de manera más sutil y transparente el yugo del poder norteamericano. Sus calles, sus bares, el puerto de La Habana, seguía estando igual, con sus ritmos caribeños y sus dulces licores, los soldados extranjeros seguían cortejando a las isleñas, lo único que cambiaba eran sus uniformes españoles por los norteamericanos. Se repetía la escena de un padre, junto a la puerta de su casa, observando hundido y con lágrimas en los ojos como su hija, huye de su tiranía, subiéndose en el coche, más nuevo que el suyo, de un novio quien, aunque es más joven, moderno, rico y lleva más gomina en el pelo, sigue siendo el mismo dictador.

-J.Tejada Mtez.

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