Se acabó. Difícil era caer más bajo, aunque la historia demostraría que se trataba de algo posible. Casi cinco siglos de historia, de lucha, de derramamiento de sangre, de levas en masa, de generaciones de niños huérfanos por la guerra, todo perdido en el Rif. Teníamos más soldados, mejor armados, entrenados y alimentados. Nuestras piezas de artillería eran infinitamente mejor en tecnología, potencia y número. En apenas veinte días, las milicias rifeñas ocupan la mayor parte del protectorado español y comienza el sitio a Melilla. Nuestros oficiales son asesinados o capturados, nuestras tropas corren la misma suerte. Diez mil soldados españoles mueren y mil son hechos prisioneros. Abarrán, Sidi Dris, las posiciones del ejército colonial van cayendo una a una. Abd-el-Krim, cultivado y de mensaje populista, atrae a sus filas a quienes en un principio luchaban del lado del Protectorado. Con facilidad consigue liderar un gran ejército con el que humilla, sin recursos armamentísticos ni suministros suficientes, a la “potencia colonial”. Tras el desastre del Annual, batalla en la que el ejército rifeño ocupa casi por completo el Protectorado, se proclama la República del Rif y Adb-el-Krim se convierte en su líder. España acaba de perder su peso político en el norte de África y nadie sabe bien por qué. Se reúne de nuevo el gabinete de crisis peninsular. Alfonso XIII recibe una solicitud del Alto Comisionado en Marruecos, Dámaso Berenguer, a través del Ministro de Guerra de realizar un informe para resolver como un ejército desarmado y primitivo pudo vencer a la afamada armada española. El investigador elegido fue el general Picasso, que inició una investigación digna de las aventuras del inspector Cluseau. La guerra obviamente, lejos de terminar se había agravado, España se negaba a reconocer la independencia marroquí. Picasso, se traslada a Melilla donde comienza a entrevistar a militares y a evaluar la situación. Los datos recopilados son peligrosamente comprometedores para absolutamente todos los mandos del ejército e incluso alcanzan al gobierno y al rey. Estos dos últimos, temerosos, pues parecía imposible su involucración en el tema, intentan resolver la situación forzando a dimitir al presidente del Consejo de Ministros, Manuel Allendesalazar. Todo el aparato de gobierno intenta frenar ésta investigación, pero ya es tarde, ni siquiera el general Picasso puede hacerlo, aunque él también aparece como uno de los responsables. La presión por parte de la sociedad, los tribunales y los oficiales menores sin relación con el asunto, es tan brutal que es imposible hacer desaparecer el estudio. La administración bloquea todo tipo de información ante las quejas de los investigadores que auxilian en su tarea a Picasso y que no tienen nada que ver con el tema. Realmente son ellos quienes siguen con la investigación. El informe final, trataba en sus cuatro mil folios, que la derrota se debía a continuas negligencias gravísimas por parte de: el Alto Comisionado (Berenguer), por tolerar prácticas que solo podían conducir a una segura derrota, el Comandante General quien dejó dirigir algunas de las operaciones a oficiales indígenas que eran en parte fieles a Adb-el-Krim, a la oficialidad que avanzó demasiado alejando a la línea de frente de la zona de abastecimiento aislando a las tropas, a los jefes de servicio quienes no supieron organizar y coordinar a las distintas brigadas entre sí, a los oficiales encargados de el reclutamiento, quienes cometieron sucesivas irregularidades en su proceso, al mando militar que no supo crear una verdadera estrategia tanto ofensiva como defensiva y que demostraron una gravísima falta de eficacia, experiencia y responsabilidad y por supuesto al gobierno y al rey que autorizaron e incluso participaron de todas estas negligencias anteriormente citadas. El panorama resultaba excesivamente grave, tenemos a un equipo de gobierno hasta el cuello, el aparato militar español borracho de negligencias, un rey acosado por el peso de la guerra y un pueblo en la calle. La resolución de esta situación que oscureció una etapa de nuestra historia, deberá esperar a una segunda parte.
-J.Tejada Mtez.
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